jueves, 1 de noviembre de 2012

Cuba y el súper Wi-Fi



Fernando Ravsberg | 2012-09-20, 10:29
Niños en una clase de computación en una escuela rural de la provincia de Pinar del Río. (Foto: Raquel Pérez)
Niños en una clase de computación en una escuela rural de la provincia de Pinar del Río. (Foto: Raquel Pérez)
La guerra contra el desarrollo tecnológico está perdida de antemano, lo aprendieron los obreros ingleses cuando intentaron frenar la era industrial destruyendo maquinarias con la ilusión de detener la reducción del número de puestos de trabajo.
En el ciberespacio las cosas se aceleran aún más y quien no anda rápido es devorado por algún agujero negro o conquistado por sus enemigos. En esta época tratar de mantenerse aislado dentro de una burbuja es tan utópico como lo fue destruir máquinas.
Las autoridades de la isla han tenido todo el tiempo del mundo para darle un lugar en el ciberespacio a la sociedad cubana.
También tuvieron los recursos humanos, materiales y el apoyo internacional pero inexplicadamente el país sigue sin despegar.
Desde hace más de un año debería estar funcionando un cable submarino que aumentaría 3.000 veces la conectividad cubana, sin embargo eso no ha ocurrido y los dirigentes del Ministerio de las Comunicaciones se niegan a dar una explicación.
Circulan muchos rumores, desde Miami me aseguran que el cable está operativo y que solo lo usa el Ministerio del Interior y en Cuba me dicen que está a punto de iniciarse el juicio contra los máximos responsables de esta estafa millonaria.
Pero no es solo por las pérdidas económicas que se debe medir la repercusión del timo sino también por sus consecuencias sociales y políticas. La escasa de conectividad deja a la mayoría de los cubanos al margen del mundo y cede el poder de la información a los extremos.
Por una parte existe un grupo de páginas oficialistas que repiten todo lo que les llega desde "arriba". Y lo hacen incluso cuando, sin la más mínima prueba, se les pide que acusen de ser espías de la CIA a importantes intelectuales cubanos.
Así cuidan su conexión porque el ancho de banda para el acceso a Internet de los periodistas cubanos es regulado directamente por "Los Protectores de la Fe" y solo los colegas que ellos consideran "ideológicamente puros" son premiados con ADSL.
Los demás navegarán a 56 kbps, una velocidad sin stress donde uno entra a Google, busca "noticias", pone a abrir 10 páginas, va a prepararse un café y regresa 15 minutos después sin que aún se hayan desplegado todas. Las fotos tardan aún más y los videos son un imposible.
En el otro extremo están los ciberdisidentes con conexiones de alta velocidad gracias a la generosa, aunque no desinteresada, asistencia de algunas embajadas, en primer lugar la de EE.UU. que reparte horas de internet como si fuera un cibercafé.
Obama cree en la red y apuesta a que el acceso de los cubanos al espacio virtual es la vía para acabar con la Revolución. Sus subalternos crean redes clandestinas y videojuegos para lograr lo que no pudo la invasión militar de Miami ni los 50 años de Embargo.
En tanto, la tecnología sigue su curso, un súper Wi-Fi ya se está probando en varias regiones de EE.UU. para eliminar los "espacios en blanco" de Internet, despliega redes con una cobertura de más de cien kilómetros y velocidades de 22 Mbps.
Apenas se hizo público las maquinarias de propaganda se pusieron en marcha. Mientras los anticastristas piden que se utilice para romper el aislamiento del pueblo cubano, los comunistas la califican de arma para la guerra de la información contra Cuba.
Seguramente habrá en la isla quien proponga buscar medios técnicos para impedir el acceso a la "súper Wi-Fi imperial" pero confío en que personas más sensatas comprendan que esos recursos deberían emplearse en crear conexiones propias a la red.
La batalla contra la tecnología no tiene futuro porque a la larga el desarrollo seguirá derribando muros. El gobierno de Cuba no puede impedirlo, en sus manos solo está decidir si la conexión de los cubanos con el mundo se hace a través suyo o de sus enemigos.

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